Hay espacios que son expresión sintética de una ciudad, de un tiempo, de una cultura, de un grupo humano. Algunas plazas –las mejores- consiguen transmitir esta dimensión. A menudo hablan, de forma precisa y concentrada de la civilización que las ha construido.
Una plaza es un vacio. Y es precisamente el uso que se adapta a este vacío público el que a menudo le da sentido y fisonomía. Es por eso que son importantes los perímetros que la definen, la arquitectura que dibuja sus perfiles. Hay algunos usos, algunos momentos, en los que la definición de este vacío es el tema de máximo compromiso urbano.